Cuando apenas ha pasado un més desde que murió Alessandro Pizzorusso, ayer falleció el profesor Francisco Rubio Llorente. A la manera del jurista italiano, en el caso del profesor Rubio también nos encontramos con el que, probablemente, haya sido el constitucionalista más relevante de los últimos cuarenta años en España y de los más conocidos fuera de nuestro país. Fue el profesor Rubio el que hizo la Laudatio de Pizzorusso cuando éste fue investido Doctor honoris causa por la Universidad Complutense.
La relevancia de Francisco Rubio ha sido manifesta en los ámbitos académico, institucional y social: en el primero, porque, entre otras cosas, creó una «escuela de constitucionalistas», de la que forman parte numerosos profesores de varias universidades españolas, publicó trabajos de extraordinaria calidad (es de obligada lectura su libro La forma del poder) e impulsó el Derecho Constitucional desde la dirección del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, de la Colección Estudios Constitucionales y de la Revista Española de Derecho Constitucional.
En el ámbito institucional, el profesor Rubio prestó sus servicios para el mejor ejercicio de las funciones legislativa, ejecutiva y jurisdiccional: fue Letrado de las Cortes y Secretario General del Congreso de los Diputados, presidente del Consejo de Estado -máximo órgano consultivo del Gobierno- y magistrado y vicepresidente del Tribunal Constitucional. Creo que merece la pena destacarse que durante su presidencia del Consejo de Estado se llevaron a cabo dos trabajos de especial trascendencia que, lamentablemente, no tuvieron -al menos hasta la fecha- la acogida que merecen en el ámbito político e institucional: el Informe sobre la reforma de la Constitución y el Informe sobre las propuestas de modificación del régimen electoral general. De su trabajo en el Tribunal Constitucional quedan la gran calidad de las sentencias de las que fue ponente y la no menos importancia de los votos particulares que consideró oportuno emitir; sobre unas y otras insistió el profesor Francisco Bastida con ocasión de la Laudatio al doctorado honoris causa que recibió de la Universidad de Oviedo. Era también Doctor honoris causa por la Universidad de Valladolid.
Finalmente, el profesor Rubio ejerció hasta el último momento su faceta de ciudadano interesado en los problemas políticos y constitucionales de nuestra sociedad (la crisis económica, la integración europea, la organización territorial del Estado, el funcionamiento de las instituciones democráticas,…) y se pronunció sobre los mismos con agudeza y determinación en conferencias e intervenciones en los medios de comunicación. En uno de sus textos de prensa, de 1998, insistía en la necesidad de «discutir sin arrear«. Ojalá se le hiciera algún caso.
Puede leerse aquí la necrológica que publica hoy en El País el profesor y discípulo suyo Manuel Aragón Reyes.