Desde hace un tiempo se ha venido hablando, especialmente a partir de la obra del sociólogo Zygmunt Bauman, de “sociedad líquida”, entendida como un entramado volátil y en constante transformación. Como es sabido, a diferencia de la persistencia que caracteriza a los estados sólidos, los líquidos se adaptan a las diferentes formas que los contienen y fluyen de manera constante. Pues bien, nuestros procesos electorales son, en mi opinión, cada vez más líquidos, dicho eso en el sentido de menos previsibles, por lo que no es extraño que las encuestas no encuentren luego el correlato estimado en los resultados de los comicios.
Esa liquidez se evidencia en que cada vez duran menos las lealtades electorales y resulta más frecuente que los llamados a participar declinen, de manera consciente, la invitación –abstención activa, podríamos decir- o que discriminen en los diferentes y, en ocasiones, simultáneos procesos de selección de representantes políticos. De esta manera, y al igual que se han ido debilitando las, en apariencia, sólidas relaciones familiares, los vínculos políticos son cada vez menos estables, lo que no es óbice para que se recompongan cada cierto tiempo.
Esta “promiscuidad electoral” se ha evidenciado en los recientes comicios municipales y autonómicos asturianos y, en algunos casos, de manera muy relevante; así, por ejemplo, la candidatura de Foro Asturias para el Ayuntamiento de Gijón obtuvo 36.183 votos (el 25,56%) el pasado 24 de mayo; la candidatura promovida por esa misma formación para la Junta General del Principado consiguió, en el municipio gijonés, 19.051 sufragios (el 13.52%); es verdad que en las elecciones locales pueden votar los extranjeros residentes, lo que supone un censo algo mayor en ese caso, pero también lo es que no pueden hacerlo los españoles que vivan en el extranjero, por lo algo deben querer decir, en términos de composición de las respectivas candidaturas, grado de conocimiento de sus integrantes, valoración, en su caso, de las respectivas gestiones políticas,…- esos 17.132 votos de diferencia; no muy distinto, en estos términos, fue lo que sucedió, por mencionar un municipio de muchos habitantes, en Vegadeo, donde la candidatura más votada en ambos procesos fue la misma (PSOE) pero mientras que la lista local alcanzó 1.405 votos (el 53,87%) la autonómica se quedó en 1.121 (el 43,43%); en ese mismo concejo, Podemos, que no presentó candidatura municipal, llegó a los 250 votos en las elecciones autonómicas.
Es evidente que esta discordancia no se produjo en todas las circunscripciones o no alcanzó, en su caso, la misma dimensión pero no ha sido, desde luego, un fenómeno “asturiano” –por citar otro caso bien conocido, en el municipio de Madrid la candidatura del PSOE al Parlamento autonómico consiguió 416.078 votos; la candidatura de ese partido al Ayuntamiento madrileño no pasó de 249.152- y parece que es algo que se mantendrá y, quizá, se incrementará en el futuro, por lo que las opciones políticas tendrían que tenerla en cuenta a efectos de flexibilizar ciertas rigideces organizativas y de funcionamiento. En ese sentido, podrían ser adecuadas medidas la generalización de procesos abiertos de selección de las candidaturas, la elaboración de programas electorales ajustados a las peculiaridades y necesidades de los respectivos ámbitos de poder político, el contacto continuado con la ciudadanía para conocer sus preocupaciones y demandas,…
Y es que, como diría Pierre Rosanvallon, no se trata de “despolitizar la democracia” sino, por el contrario de “repolitizarla”, de darle más centralidad a lo político y eso implica, como señala el autor francés, que progresen, al mismo tiempo, la calidad de la regulación democrática y la atención a la construcción democrática.
Por cierto, y hablando de la regulación democrática, llama la atención que mantengamos un régimen electoral analógico en una sociedad cada vez más digital, donde parecen anacrónicas regulaciones como las que prohíben la difusión de mensajes electorales en la jornada de reflexión y el día de las votaciones; también que no se hayan consolidado los debates electorales, que se siga gastando una cantidad ingente de dinero en carteles y propaganda impresa o que no se haya desarrollado un sistema de voto electrónico a distancia que sustituya o, al menos, complemente, el voto por correo y que evite los constantes problemas que padecen los electores que residen en el extranjero. No estaría de más que los nuevos Parlamentos salidos de estas elecciones hagan algo sobre estas cuestiones en sus respectivas y rígidas leyes electorales.
Texto publicado en Asturias24 el 27 de mayo de 2015.
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