A estas alturas de la implantación del nuevo sistema, la puesta en práctica de los cambios no es una mera cuestión de voluntad o modernidad, sino -otra obviedad- una mera obligación legal. Pero es que, además, contamos para ello con indudables ventajas derivadas del propio contenido de las materias que impartimos: en primer lugar, podemos servirnos de numerosos y muy gráficos supuestos reales que están presentes cada día en los medios de comunicación (por citar algunos de los más debatidos a lo largo del año 2010, la regulación del uso burka, los efectos para el estado autonómico de la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut de Cataluña, el objeto, contenido y límites del derecho fundamental de huelga,…). Se trata, claro está, de que el alumnado no se quede con la anécdota sino que comprenda la complejidad del supuesto y la respuesta o respuestas constitucionalmente adecuadas. También convine no olvidar que esa actualidad tiene un contexto a veces muy local, que puede ser ajeno a estudiantes de otros países, cada vez más presentes en nuestras aulas. Y si la realidad no nos sirve siempre podemos cambiarla, al menos para las clases.
En segundo lugar, incluso en los centros con más precariedades, contamos con instrumentos audiovisuales por todos conocidos que sirven tanto para su utilización en las aulas como para que los estudiantes desarrollen tareas fuera de ellas y se comuniquen con nosotros. Obviamente, no son la panacea; hay que saber usarlas y conocer sus riesgos.
En tercer lugar, es relativamente fácil escenificar situaciones a las que los estudiantes deberán enfrentarse como profesionales e, incluso, llevarlas a los escenarios “reales”.
Otro ámbito que contribuye al cambio es la consciencia de la necesidad de aprender a enseñar, para lo que resulta imprescindible la reflexión periódica sobre lo que se está haciendo pero también algo bien frecuente en el plano investigador pero apenas desarrollado en el docente: la discusión con colegas de otras universidades, disciplinas y funciones. Los congresos y seminarios docentes apenas tienen vida propia.
Y una forma de hacer posible el debate permanente, al menos de dejarlo abierto, es la exposición pública de los contenidos de nuestras asignaturas así como de los materiales que utilizamos para impartirlas. A este respecto parece adecuado que en las páginas oficiales en Internet de cada Área o Departamento estén incluidas y sin restricciones en el acceso todas esas cuestiones.